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Afganistán: “el horror… el horror”
Pepe Escobar/Red Voltaire
Comenzó mucho antes de que un asesino solitario, el sargento Robert Bales, del Ejército de Estados Unidos, casado, con dos hijos, entrara en las aldeas de Panjwayi, al Suroeste de la ciudad de Kandahar, y supuestamente, solo iniciará una matanza indiscriminada, que causó la muerte de 16 civiles. Tampoco es la primera vez que algo así ocurre.
Fue el momento de la masacre de Haditha de Afganistán como en Irak, o como la matanza de My Lai en la Guerra de Vietnam.
Se había intensificado por medio de bombardeos en serie de drones con misiles Hellfire contra las bodas en las tribus; las series de “incursiones nocturnas” secretas de fuerzas especiales de Estados Unidos; los homicidios seriales “de equipos de asesinato” en 2010; las meadas rituales sobre los afganos muertos por parte de “los hombres de uniforme”; y por último, pero no menos importante, la quema de Coranes en la base aérea estadunidense de Bagram. Misión… ¿cumplida?
Los afganos reclaman justicia por la matanza
De acuerdo con el último sondeo del Post-ABC News –realizado antes de la masacre de Kandahar, el 11 de marzo de 2012– un 55 por ciento de los estadunidenses quiere que finalice la guerra afgana.
El presidente Barack Obama volvió a recalcar que tras 10 años desde el comienzo de una guerra que ha costado por lo menos 400 mil millones de dólares, el “rol de combate” de las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) terminará en 2014.
Según Obama, Washington sólo quiere asegurar que “Al-Qaeda no opere allí, que exista suficiente estabilidad y que no termine en una refriega de todos contra todos”.
Al Qaeda “no opera allí” desde hace tiempo; sólo hay un puñado de instructores que no están “allí”, sino en los waziristanes, (en las áreas tribales paquistaníes).
Y olvidar la “estabilidad”. Las “fuerzas de seguridad afganas” que estarán, teóricamente, a cargo en 2014, o incluso antes, están condenadas. Su tasa de analfabetismo es de un asombroso 80 por ciento. Por lo menos el 25 por ciento deserta. La violación de niños es endémica. Más de un 50 por ciento está permanentemente drogado con hachís o esteroides.
El grado de desconfianza entre afganos y estadunidenses es cómico. Según un estudio de 2011, que fue clasificado por el Pentágono después de que se filtrara al periódico financiero Wall Street Journal, los militares estadunidenses ven esencialmente a los afganos como cobardes corruptos, mientras los afganos ven a los militares estadunidenses como matones cobardes.
Considerar un momento como en 1975, en Saigón, Vietnam (hoy Ciudad Ho Chi Minh), ahora, o en 2014, los hechos en el terreno serán los mismos: inestabilidad que sacude el Hindu Kush (macizo montañoso de Asia, situado entre Afganistán y el Noroeste de Pakistán).
A cara o cruz
Afganistán fue siempre una tragedia traspasada por la farsa. Pensar en las 83 restricciones de las reglas de enfrentamiento originales de la OTAN que llevaron, por ejemplo, a una racha de soldados franceses muertos, en 2008, porque Francia, presionada por Estados Unidos, dejó de pagar por protección a los talibanes; o pensar en Berlín que no la calificó de guerra, sino de “misión humanitaria”.
Las batallas internas –a diferencia de Vietnam– se hicieron leyenda, como la banda de la contrainsurgencia, apoyada por el entonces jefe del Pentágono, Robert Gates, investido en una “nueva misión” y un “nuevo liderazgo militar”, ganando contra la estrategia del contraterrorismo plus del vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, de menos soldados en el terreno realizando contraterrorismo.
El vencedor, como todos recuerdan, fue la estrella de rock, el general Stanley McChrystal, quien insistió en que el plan Biden llevaría a un “caosistán”, que fue el nombre de un análisis clasificado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés).
McChrystal –portavoz del Pentágono durante la invasión de Irak, en marzo de 2003– quería cambiar a toda costa la cultura de la OTAN y del Ejército de Estados Unidos, en Afganistán. También destruir la cultura de dispara-primero-y-reviéntalos y orientarse hacia “la protección de la población civil”. En sus propias palabras subrayó que las “municiones aire-tierra” y los “fuegos indirectos” contra casas afganas, “sólo estaban autorizados bajo condiciones muy limitadas y prescritas”.
Se impuso –protegido por su estatus de estrella de rock– sólo por un breve momento.
Mientras tanto, incluso si por una parte el Departamento de Estado, las oficinas de Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas y Federal de Investigación advertían de los repugnantes contrabandistas de drogas y criminales de todo tipo, por la otra la CIA y el Pentágono, elogiándolos por buena inteligencia, siempre vencían.
Y todo estaba plenamente justificado por una cantidad de halcones “liberales” renuentes en sitios como el Centro por una Nueva Seguridad Estadunidense, repleto de periodistas “respetables”.
Hamid Karzai (presidente de Afganistán) ganó las elecciones mediante un fraude rotundo. Su hermanastro Ahmed Wali Karzai –entonces jefe del Consejo en Kandahar– pudo seguir dirigiendo su masivo narcotráfico mientras desdeñaba las elecciones (“la gente en esta región no las entiende”).
¿A quién interesaba que el gobierno afgano de Kabul fuera o sea un sindicato del crimen? Comandantes locales “leales” –nuestros bastardos– conseguían cada vez más fondos e incluso los integrantes de las Fuerzas Especiales como consejeros personales para ellos y sus escuadrones de la muerte.
McChrystal, dicho sea a su favor, admitió que los soviéticos hicieron bien las cosas en la década de 1980 (por ejemplo, la construcción de carreteras, la promoción del gobierno central, la educación de niños y niñas por igual, la modernización del país).
Pero se equivocaron en muchas cosas: los “bombardeos de saturación” y la muerte de 1.5 millones de afganos. Ojalá los planificadores del Pentágono hubieran tenido la presencia de ánimo de leer Afgantsy: the russians in Afghanistan 1970-89 (Profile Books), del exembajador británico Rodric Braithwaite, basado en numerosas fuentes rusas desde el Comité para la Seguridad del Estado(conocida como la KGB) hasta la Fundación Gorbachov; del Internet a un espectacular libro del difunto general Alexander Antonovich Lyakhovsky.
“El derecho a estar mal informado”
El Pentágono nunca aceptará la fecha de retirada de 2014: choca frontalmente contra su propia doctrina de Full Spectrum Dominance (Dominación de Espectro Completo), que cuenta con numerosas bases en Afganistán para vigilar, controlar, acosar a los competidores estratégicos, Rusia y China.
La salida será una artimaña. El Pentágono transferirá sus operaciones especiales a la CIA; se convertirán en “espías”, no en “tropas en el terreno”.
Esto significará, esencialmente, una extensión ad-infinitum del Programa Phoenix en Vietnam, con el mal se realizó la matanza selectiva de más de 20 mil “presuntos” partidarios del Vietcong.
Y eso nos lleva al actual director de la CIA, conocedor de los medios, el general David Petraeus, y su bebé, el manual de campo FM 3-24 de COIN, la respuesta del Pentágono a Marriage of heaven and hell (Matrimonio del cielo y el infierno) del poeta inglés William Blake, como el matrimonio de la contrainsurgencia con la guerra contra el terror. Y esto, incluso después que el estudio de la corporación estadunidense Research and Development (encargada de ofrecer investigación y análisis a las Fuerzas Armadas y también trabaja en la organización comercial y gubernamental de Estados Unidos), de 2008, Cómo terminan los grupos terroristas, indica que la única forma de derrotarlo es mediante una buena operación de mantenimiento del orden.
A Petraeus no le importaba un comino. Después de todo sus “operaciones de información”, como en una manipulación generalizada de los medios, combinada con la masiva distribución de la proverbial valija llena de dólares, habían vencido en la oleada “suya” y de George W Bush, en Irak.
Los orgullosos pastunes son mucho más difíciles de derrotar que los jeques suníes en el desierto. Disminuyeron tanto su tecnología –al fabricar decenas de miles de artefactos explosivos improvisados con fertilizante, madera y munición vieja– que en los hechos pararon en seco la tecnología estadunidense, llevando a innumerables informes en la neolengua del Pentágono sobre el “vasto aumento en la actividad de artefactos explosivos improvisados”.
Desde la toma de posesión de Obama, el Pentágono ha jugado sucio para conseguir la guerra exacta que quería realizar en Afganistán.
La consiguieron. Petraeus se lanzó a un modo de continuo sesgo sobre el “progreso”. Poblaciones locales se “hacían más abiertas a las tropas estadunidenses”, incluso cuando una evaluación nacional de inteligencia (NIE, por su sigla en inglés) –el conocimiento acumulativo de 17 agencias de inteligencia de Estados Unidos– se mantenía sombrío.
Petraeus hizo lo que hace mejor: un remix del NIE. Nunca admitió que la guerra terminaría en 2014. Aumentó los ataques aéreos, dio rienda suelta a las agresiones de helicópteros Apache y Kiowa, triplicó la cantidad de incursiones nocturnas de Fuerzas Especiales, autorizó una mini conmoción-y-pavor, arrasando totalmente la ciudad de Tarok Kolache, en el Sur de Afganistán.
Hubo otra masacre estadunidense en febrero de 2011, en la provincia Kunar, con 64 civiles muertos, y Petraeus incluso tuvo el descaro de acusar a los afganos de quemar a sus propios hijos para que pareciera un daño colateral. ¡Qué le aproveche! Entonces, su relación con Obama incluso estaba mejorando.
El gobierno de Obama está, de hecho, convencido de que la oleada de éste, dirigida por Petraeus y que debía de terminar en septiembre de 2011, ha “estabilizado” a Afganistán, por lo menos en la región conocida como comando regional Este. Es lo que Petraeus llama “bastante buen afgano”.
La mayor parte del país es en efecto “bastante buen talibán”, ¿pero a quién le interesa? En cuanto a la quema de bebés, los cínicos podrían hablar de una característica del excepcionalismo estadunidense. Basta con recordar el refugio del barrio al-Amiriya, en Bagdad, el 13 de febrero de 1991, con no menos de 408 niños y sus madres quemados vivos por Estados Unidos.
“Nunca volveré a mirarte a los ojos… de nuevo”
Cómo no recordar al inimitable actor y director estadunidense Dennis Lee Hopper, como el fotoperiodista sicodélico de la película Apocalipse now, hablando del coronel Kurtz (Marlon Brando): “Es un poeta guerrero en el sentido clásico…”.
El “poeta guerrero” McChrystal estaba convencido de que Afganistán no era Vietnam; ahí, Estados Unidos combatía contra una “insurgencia popular”, a diferencia de Afganistán (erróneo: las numerosas tendencias aglomeradas bajo el mote de “talibanes” se han hecho más populares en proporción directa con el desastre de Karzai, para no hablar de que en Vietnam el discurso político oficial del Pentágono era que el Vietcong nunca fue popular).
Los generales, en todo caso, no salen en las matanzas indiscriminadas al estilo de Kurtz. Petraeus fue promovido para lanzar la Guerra en las Sombras & Cía en la CIA. Después de que fue despedido tras la aparición de su fotografía en la revista Rolling Stone–, ¿qué estrella de rock es eso?– McChrystal terminó por ser rehabilitado por la Casa Blanca.
Enseñó en la Universidad de Yale; pasó a la consultoría, y gana una fortuna en su circuito de conferencias –destilando sabiduría sobre el “liderazgo” y el Oriente Medio– y fue convertido en un asesor sin pago para familias militares por Obama.
McChrystal piensa que Afganistán está atrapado en “una especie de pesadilla post-apocalíptica”. “El horror… el horror…” de Conrad es perenne. La lección clave de Vietnam es cómo precintar el horror, cómo colocarlo en cajas y cómo abrazarlo, voluptuosamente.
Por lo tanto no es sorprendente que él no pueda llegar a ver que tuvo el papel principal en el remix del coronel Kurtz –mientras que Petraeus fue más metódico, pero no menos mortífero, capitán Willard. A diferencia de Vietnam, sin embargo, esta vez no habrá un Francis Ford Coppola que gane la guerra para Hollywood. Pero quedarán muchos hombres huecos en el Pentágono.
(Videos)Un video muestra a supuestos 'marines' de EE. UU. orinando sobre cadáveres de talibanes
Fuente: actualidad.rt.com
Actualizacion:
Un video filtrado este miércoles en varios sitios de Internet ha conmocionado a la opinión pública, ya que en las imágenes un grupo de cuatro hombres vestidos con uniforme de combate de la Infantería de Marina de Estados Unidos orinan sobre los cadáveres de tres talibanes que yacen en el suelo.
La escena parece haber sido filmada durante una misión estadounidense en Afganistán, ya que los hombres están uniformados y apurados por concluir la filmación. “Que tengas un buen día amigo”, dice uno de los hombres, mientras que su compañero entre risas responde: “Dorado como una lluvia”.
La Infantería de Marina de EE. UU. ha iniciado una investigación para determinar el origen y autenticidad del video. “Las acciones que muestran no son coherentes con nuestros valores y no son indicativas del carácter de los infantes de marina. El asunto será investigado en profundidad y los responsables responderán por sus acciones”, dijo la vocera de la Infantería de Marina estadounidense.
“Conmoción y pavor” en EE.UU. por ataque de los talibanes
Fuente: rebelion.org
Hay que hablar de un doble golpe. No bastó con que Standard & Poor's rebajara la calificación crediticia de EE.UU.; con una sincronización impecable, y aparentemente de un solo tiro, los talibanes en Afganistán rebajaron simultáneamente el valor de la colosal maquinaria bélica del imperio.
Por mucho que la elite del poder de EE.UU. se niegue a aceptar que su crisis financiera fue causada por años de recortes tributarios de George W Bush para los ricos y las mega-corporaciones, masivos rescates de bancos y compañías aseguradoras y astronómicos gastos militares en las declinaciones del Pentágono de La Guerra Prolongada, la elite también se negará a reconocer que la “nueva” estrategia de la guerra en Afganistán también es un fracaso.
Chinook derribado
El ruido de ese helicóptero de transporte Chinook CH-47 derribado por una granada propulsada por cohete (RPG) en la provincia Wardak, al sudoeste de Kabul, el viernes, matando a 38 personas –incluidos 19 SEAL (tropas especiales) de la Armada de EE.UU. y siete comandos afganos– fue el sonido digital a full del imperio conmocionado e intimidado hasta la incredulidad; no importa cuántos esfuerzos haga el Pentágono por ordenar prácticamente a los medios que “no den demasiada importancia” al derribo.
Wardak –junto con la vecina Logar– es ahora un terreno de primera de "Talibanistán". Están arraigados, conocen el terreno en detalle e incluso tienen tiempo para preparar operaciones complejas. Aparte de todo, los talibanes están “logrando progreso” (jerga del Pentágono) no solo en su pericia en las relaciones públicas y en la adaptación de nuevas armas al campo de batalla, sino también en la mecánica de dar un importante golpe psicológico a las fuerzas ocupantes occidentales.
Los SEAL forman parte de una enorme fuerza de tareas de 10.000 hombres del Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC, por sus siglas en inglés), basada en Afganistán, que ha participado hasta en 70 incursiones diarias en AfPak, capturando –según el relato del Pentágono– a 2.900 “insurgentes” y matando a más de 800 entre abril y julio. El alcance global del JSOC se analizó en un artículo de Nick Turse (vea Rebelión del 7 de agosto “Una guerra secreta en 120 países”)
Los SEAL muertos en Wardak formaban parte de la misma unidad, el Equipo 6, involucrada en el ataque a Abbottabad que mató al líder de al-Qaida, Osama bin Laden, a principios de mayo. Pero en lugar de volar en uno de los helicópteros ‘ocultos’ de última tecnología del 160 Regimiento de Operaciones Especiales de Aviación del ejército, los SEAL en Wardak formaban parte de una operación de rescate, y viajaban en un Chinook corriente de la Guardia Nacional.
Mientras despegaban, cayeron en una trampa de los talibanes y fueron alcanzados por una RPG –lo que el detallista blog Danger Room en el sitio en la web Wired identificó como un obús con apoyo improvisado de mortero (IRAM)- que llevaba una ojiva mayor que una RPG disparada desde el hombro.
Según el portavoz talibán Zabiullah Mujahid, fue ciertamente “un arma similar a una RPG… y estamos tratando de conseguir más”.
Por lo tanto, suponiendo que el IRAM –que ha emigrado de los campos de batalla iraquíes– es ahora también un protagonista en Afganistán, podría calificarse de retorno de un remix del Stinger; durante los años ochenta en la yihad afgana contra la Unión Soviética, fue un importante factor que cambió las reglas del juego cuando EE.UU. suministró cientos de letales Stinger a los muyahidines, causando estragos entre los helicópteros del poderoso Ejército Rojo.
Una comparación minuciosa entre las operaciones de Abbottabad y de Wardak podrá causar mucho asombro –aparte de reventar el mito de los SEAL de la Armada como formidables cazadores-asesinos invencibles-. En Abbottabad, mientras se entregaba una versión tras otra del ataque a los medios, finalmente se estableció que un helicóptero ‘oculto’ simplemente “se estrelló”. Nadie sabe si fue un error del piloto o si dispararon al helicóptero.
El hecho es que la “caída” dejó una sección de cola intacta del helicóptero ‘oculto’ dentro del complejo, esa sección de cola que hizo que el Pentágono temiera que podría ser “vendida” por los paquistaníes a los chinos. Va un poco lejos si se llega a creer que la caída no causó víctimas, como hacen creer el Pentágono y la Casa Blanca.
Y como la narrativa del ataque a bin Laden se modificó una y otra vez, las mentes febriles ya vinculan a esas víctimas con las bajas de Wardak, implicando que los SEAL que realmente murieron en la caída en Abbottabad "volvieron a morir" en Wardak. No ayuda en nada que las versiones iniciales del ataque de Wardak (posteriormente corregidas o modificadas) identificaran a los SEAL como los mismos que participaron en el ataque para “matar a Osama”.
Pásame el joystick
Después del ataque de Wardak, el nuevo jefe del Pentágono apareció con el usual discurso en Afganistán de “mantener el curso”, mientras los medios corporativos regurgitaban que “se programa que todas las tropas de combate extranjeras se irán antes de finales de 2014”, mientras todos saben que el Pentágono nunca dará la vuelta, morirá y aceptará ese tipo de salida.
Lo que hizo Wardak es reforzar la idea del Pentágono de que el gobierno de Kabul carece totalmente de preparación para mantener la seguridad en todo el país, sin que importe el hecho de que la mayoría de los afganos quiere que los extranjeros se vayan para siempre. Mientras la Casa Blanca y el Pentágono cantan su versión en remix de Should I Stay or Should I Go [Me quedo o me voy] de The Clash, todo lo que tienen que hacer los talibanes es esperar pacientemente, en silencio (odian la música pop). Saben que el hecho de que Kabul se haga cargo de la seguridad nacional solo reforzará su posición estratégica.
Es sorprendente (o tal vez no lo sea) que la elite del poder de Washington simplemente no se dé cuenta de que el imperio fue despiadadamente degradado por los talibanes durante el último mes. Los talibanes mataron al hermanastro del presidente Hamid Karzai, señor de la droga y agente de la CIA, Ahmad Wali. Mataron gente en su funeral. Mataron al jefe de relaciones tribales de Karzai y a un miembro del Parlamento. Y mataron al alcalde de Kandahar, Ghulam Hamidi.
No hace mucho –en el otoño de 2010– se hablaba de que EE.UU y la OTAN se ocuparían de Kandahar en una gran ofensiva de contrainsurgencia y que ganarían para siempre la guerra contra los talibanes.
Ahora han dejado de lado esa afirmación debido a los hechos en el terreno. Sin embargo, su artista conceptual –de manera típica para Washington– ha sido pateado hacia arriba. En Iraq, el general David Petraeus presentó un truco de ilusionista y convenció a todos en Washington de que su ofensiva de ‘oleada’ y contrainsurgencia de 2007 fue un éxito.
En Afganistán, a Petraeus le cayó una roca del Hindu Kush en la cabeza. En todo caso fue promovido a jefe de la CIA, de manera que otros serán los culpables. Y mientras caen más Chinook en Afganistán, por lo menos se podrá divertir con el joystick, concentrándose juguetonamente en atacar a muerte con drones las áreas tribales de Pakistán
(VIDEOS) Nueve muertos en Afganistán en las protestas por la quema del Corán
Fuente: Aporrea.org
A menos que los responsables de la quema del Corán sean severamente castigados, veremos violencia y protestas, no solo en Afganistán, sino en todo el mundo”, esta es la advertencia que lanzó ayer Mullavi Qyamudin Kashaf, jefe del Consejo de Ulemas de Afganistán ante la situación de violencia que se está registrando en el país centroasiático los dos últimos días como consecuencia de la quema de un ejemplar del Corán en una pequeña iglesia de Florida, Estados Unidos.
Las protestas comenzaron el viernes, día festivo para los musulmanes, en la ciudad norteña de Mazar e Sharif y se han propagado rápidamente por todo el país; siendo en la ciudad de Kandahar donde se han registrado los incidentes más graves.
Según informa el corresponsal de la agencia de noticias afgana AIP cientos de manifestantes se habrían echado a las calles de esta ciudad sureña de Afganistán para protestar por lo que consideran una ofensa a todo el mundo islámico. “Las protestas se están produciendo en varias zonas de la ciudad contra la quema de un Corán en América. Se han oído disparos”, informa la agencia.
La policía ha intentando disolver a los manifestantes mediante cargas y disparos al aire, en señal de advertencia con el fin de dispersar la protesta. El resultado ha sido una batalla campal que se ha saldado con nueve muertos, 73 heridos de diversa consideración y graves destroces en varios comercios y en varios vehículos que se encontraban estacionados en la calle.
Estas violentas protestas vienen precedidas por el gravísimo altercado en la ciudad de Marzar e Sharif donde un grupo asaltó la sede de la Misión de Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) asesinando a siete miembros de la delegación local de la ONU- -tres miembros de la misión y cuatro guardas de seguridad, todos ellos extranjeros- y a otros cinco civiles.
Unos 20.000 manifestantes se concentraron delante de la sede de Naciones Unidas en Mazar tras el perceptivo rezo de los viernes; armados con cuchillos, palos y piedras para protestar por la quema del Corán el pasado 20 de marzo en la ciudad de Gainesville.
Tras reducir a los guardias nepalíes, que estaban protegiendo el edificio, penetraron en las oficinas del organismo internacional atacando a todos los que encontraron a su paso; entre ellos al máximo representante de la ONU en la ciudad.
Según testigos presenciales los manifestantes utilizaron las armas que sustrajeron a los guardias de seguridad para perpetrar la matanza, salvo a dos personas, que fueron secuestradas y posteriormente decapitadas.
El principal encargado de la misión de Naciones Unidas en Afganistán, Staffan de Mistura, se desplazó de inmediato desde la capital de Afganistán hasta Mazar i Sharif para investigar lo ocurrido y presentar una versión oficial. El último ataque contra la ONU en Afganistán se produjo en 2009 en su sede de Kabul, donde murieron ocho personas.
La ciudad de Mazar e Sharif, hasta el pasado viernes, se encontraba entre las localidades más seguras de todo el país, razón por la cual será de las primeras que pasen a estar bajo control de las Fuerzas de Seguridad de Afganistán (invasoras). La mayoría de sus habitantes son tayikos y uzbekos y en los nueve años de contienda los altercados han sido mínimos.
Por su parte, Barack Obama, presidente de Estados Unidos, condenó ”en los términos más duros posibles la matanza” perpetrada en el norte de Afganistán; al mismo tiempo que tachó de “esencial” el trabajo que está realizando Naciones Unidas en Afganistán. “Debemos mantener la calma y esperar a que todas las partes rechacen la violencia y resuelvan sus diferencias a través del diálogo”, afirmó Obama.
La ONU ha solicitado a Hamid Karzai que “lleve a los responsables ante la justicia”; además de condenar ”todo tipo de violencia y la incitación a ella”; señala el comunicado del Consejo de Seguridad.
También pidieron que, con la cooperación de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), las autoridades afganas “tomen todas las medidas necesarias para la protección del personal de Naciones Unidas y de sus instalaciones”.
Igualmente, reafirmaron su apoyo al Gobierno y al pueblo afganos, y destacaron el trabajo conjunto con la ONU, además del compromiso del Consejo “con un seguro y estable Afganistán”.
Soldados estadounidenses y agentes de seguridad afganos inspeccionan el lugar del atentado insurgente en una base militar estadounidense en Kabul.
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